El pasado 25 de julio el barco mercante granelero MV Wakashio quedó encallado en los arrecifes de Pointe-d’Esny, en la costa suroeste de Mauricio. Poco más de una semana después, el 6 de agosto, mil toneladas de combustible se habían esparcido a 15 kilómetros del litoral de la isla africana.
El MV Wakashio, barco japonés con bandera panameña, se había desviado de su ruta hacia Brasil. Según las autoridades portuarias de Panamá el propósito de la parada en Mauricio era que uno de sus tripulantes pudiera acceder a internet y así celebrar su cumpleaños llamando a su familia.
Parte del combustible que el mercante llevaba para su propio consumo durante el trayecto –más de 200 toneladas de diesel y 3.800 de fuel– empezó a derramarse en el mar por un grieta en el casco. Más de 1.000 toneladas de fuel contaminaron el arrecife, las aguas de la playa, lagunas y los manglares de la isla.
Frente a la pasividad del gobierno a la hora de actuar, las vecinas y vecinos de la isla corrieron a salvar a los animales y recoger el crudo que llegaba a la ribera. Construyeron sus propias barreras con hojas, cañas, botellas de plástico y cabello donado por las peluquerías para absorber el aceite. Muchas personas recogían el fuel con sus propias manos pese a los peligros que supone para la salud.
No fue hasta 12 días después de que empezara el derrame que el gobierno de Mauricio comenzó a actuar. El barco estaba para entonces partido en dos y la grieta de la fuga era cada vez más grande, así que las autoridades enviaron dos barcos que arrastraron la parte de proa del mercante mar adentro. Mientras la otra parte continúa varada en los arrecifes, el gobierno pretendía hundir la primera a más de 3.000 metros de profundidad.
El viernes 7 de agosto las autoridades de Mauricio declararon la emergencia medioambiental. La fuga del MV Wakashio se había convertido en el peor desastre ecológico del país en toda su historia.
La zona en la que ocurrió tenía una gran relevancia natural: una zona de arrecifes de coral -que llevaban años en recuperación-, humedales ricos en diversidad, el parque nacional marino de Blue Bay y lugares reconocidos por su importancia internacional por el convenio de Ramsar de la ONU.
El Parque Marino de Blue Bay antes del accidente (Turismo de Mauricio)
Pocos días después de la declaración más de 40 delfines muertos aparecieron en las playas. Greenpeace África ha abierto una investigación, temiendo que la cifra sea mayor y que haya podido afectar también a cachalotes y marsopas.
En Mauricio temen por las más de 30 especies de coral que habían sus aguas, así como los amplios pastos marinos y manglares o las 72 especies de peces del lugar, algunas de ellas endémicas de la isla (como el pez payaso de Mauricio).
Además de una tragedia medioambiental esta situación ha devastado la economía local. La población que depende de los mares para la pesca y del entorno natural único para el turismo –suponiendo este un 20% del PIB del país- teme por su futuro más próximo ante la destrucción de los recursos naturales.
Uno de los motivos de éxito de combustibles fósiles como el petróleo ha sido históricamente el bajo coste económico de su extracción y su alta densidad energética. Sin embargo, contabilizar el precio real del petróleo midiendo sólo esas variables es un engaño.
Si queremos tener una versión real del coste de esta energía no podemos medir sólo el precio de mercado. Debemos tener en cuenta los daños medioambientales y sociales que provoca –tanto la extracción como su quema o accidentes como el de Mauricio-, la inversión que supone para empresas y gobiernos solventarlos y, en muchos casos, la destrucción irremediable.
La contaminación por derrames de combustible en los mares no sólo afecta a los ecosistemas marinos. La destrucción de la biodiversidad marina acaba provocando alteraciones en las cadenas tróficas de los animales, los nutrientes y ciclos de las aguas –saladas y dulces- y, por tanto, en las actividades humanas tanto en tierra como en mar.
Los barcos no son los únicos que sufren este tipo de incidentes. Las plataformas petroleras, aisladas en medio del océano, también tienen fugas que pasan mediáticamente más desapercibidas.
Es el caso de una plataforma petrolera de Louisiana (EE.UU.) que de hundió en 2004 tras el paso del huracán Iván. Desde entonces se calcula que la plataforma ha vertido al mar el equivalente de entre 300 y 700 barriles al día, es decir, entre 47.697 y 111.293 litros diarios desde hace 16 años.
Los registros de derrames de aceite de Wikipedia contabilizan más de 300 casos de embarcaciones confirmados entre 1903 y 2020, además de otros que se están investigando a día de hoy. Pero la lista está incompleta ya que faltas más incidentes registrados en distintos países y sólo se refieren a aquellos que han tenido impacto mediático.
Por tanto, excluye casos que hayan sido tapados por las empresas implicadas –normalmente comprando voluntades políticas y mediáticas-, además de aquellos provenientes de pequeñas fugas igualmente peligrosas y contaminantes.
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